Ellos
contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al
partir el pan. Mientras hablaban de esto, se presentó Jesús en medio de ellos y
les dijo: - Paz con vosotros. Se asustaron y, despavoridos, pensaban ver un
fantasma. Él les dijo: - ¿Por qué ese espanto y a qué vienen esas dudas? Mirad
mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y mirad; un fantasma no tiene
carne ni huesos como veis que yo tengo. Dicho esto, les mostró las manos y los
pies. Como aún no acababan de creer de la alegría y no salían de su asombro,
les dijo: - ¿Tenéis ahí algo de comer? Ellos le ofrecieron un trozo de pescado
asado; él lo cogió y comió delante de ellos. Después les dijo: - Esto
significaban mis palabras cuando os dije, estando todavía con vosotros, que
todo lo escrito en la Leyde Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí
tenía que cumplirse. Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran
la Escritura. Y añadió: - Así estaba escrito: El Mesías padecerá, pero al
tercer día resucitará de la muerte; y en su nombre se predicará la enmienda y
el perdón de los pecados a todas las naciones.
CREER POR EXPERIENCIA PROPIA
No es fácil
creer en Jesús resucitado. En última instancia es algo que solo puede ser
captado y comprendido desde la fe que el mismo Jesús despierta en nosotros. Si
no experimentamos nunca «por dentro» la paz y la alegría que Jesús infunde, es
difícil que encontremos «por fuera» pruebas de su resurrección.
Algo de esto
nos viene a decir Lucas al describirnos el encuentro de Jesús resucitado con el
grupo de discípulos. Entre ellos hay de todo. Dos discípulos están contando
cómo lo han reconocido al cenar con él en Emaús. Pedro dice que se le ha
aparecido. La mayoría no ha tenido todavía ninguna experiencia. No saben qué
pensar.
Entonces «Jesús
se presenta en medio de ellos y les dice: "Paz a vosotros"». Lo
primero para despertar nuestra fe en Jesús resucitado es poder intuir, también
hoy, su presencia en medio de nosotros, y hacer circular en nuestros grupos,
comunidades y parroquias la paz, la alegría y la seguridad que da el saberlo
vivo, acompañándonos de cerca en estos tiempos nada fáciles para la fe.
El relato de
Lucas es muy realista. La presencia de Jesús no transforma de manera mágica a
los discípulos. Algunos se asustan y «creen que están viendo un fantasma». En
el interior de otros «surgen dudas» de todo tipo. Hay quienes «no lo acaban de
creer por la alegría». Otros siguen «atónitos».
Así sucede
también hoy. La fe en Cristo resucitado no nace de manera automática y segura
en nosotros. Se va despertando en nuestro corazón de forma frágil y humilde. Al
comienzo, es casi solo un deseo. De ordinario, crece rodeada de dudas e
interrogantes: ¿será posible que sea verdad algo tan grande?
Según el
relato, Jesús se queda, come entre ellos, y se dedica a «abrirles el
entendimiento» para que puedan comprender lo que ha sucedido. Quiere que se
conviertan en «testigos», que puedan hablar desde su experiencia, y predicar no
de cualquier manera, sino «en su nombre».
Creer en el
Resucitado no es cuestión de un día. Es un proceso que, a veces, puede durar
años. Lo importante es nuestra actitud interior. Confiar siempre en Jesús.
Hacerle mucho más sitio en cada uno de nosotros y en nuestras comunidades
cristianas.
José Antonio Pagola
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