Camí de Sa Vileta, 183 CP-07011, Palma de Mallorca 971 793 426 -- parroquialavileta@gmail.com
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Ellos
contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al
partir el pan. Mientras hablaban de esto, se presentó Jesús en medio de ellos y
les dijo: - Paz con vosotros. Se asustaron y, despavoridos, pensaban ver un
fantasma. Él les dijo: - ¿Por qué ese espanto y a qué vienen esas dudas? Mirad
mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y mirad; un fantasma no tiene
carne ni huesos como veis que yo tengo. Dicho esto, les mostró las manos y los
pies. Como aún no acababan de creer de la alegría y no salían de su asombro,
les dijo: - ¿Tenéis ahí algo de comer? Ellos le ofrecieron un trozo de pescado
asado; él lo cogió y comió delante de ellos. Después les dijo: - Esto
significaban mis palabras cuando os dije, estando todavía con vosotros, que
todo lo escrito en la Leyde Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí
tenía que cumplirse. Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran
la Escritura. Y añadió: - Así estaba escrito: El Mesías padecerá, pero al
tercer día resucitará de la muerte; y en su nombre se predicará la enmienda y
el perdón de los pecados a todas las naciones.
CREER POR EXPERIENCIA PROPIA
No es fácil
creer en Jesús resucitado. En última instancia es algo que solo puede ser
captado y comprendido desde la fe que el mismo Jesús despierta en nosotros. Si
no experimentamos nunca «por dentro» la paz y la alegría que Jesús infunde, es
difícil que encontremos «por fuera» pruebas de su resurrección.
Algo de esto
nos viene a decir Lucas al describirnos el encuentro de Jesús resucitado con el
grupo de discípulos. Entre ellos hay de todo. Dos discípulos están contando
cómo lo han reconocido al cenar con él en Emaús. Pedro dice que se le ha
aparecido. La mayoría no ha tenido todavía ninguna experiencia. No saben qué
pensar.
Entonces «Jesús
se presenta en medio de ellos y les dice: "Paz a vosotros"». Lo
primero para despertar nuestra fe en Jesús resucitado es poder intuir, también
hoy, su presencia en medio de nosotros, y hacer circular en nuestros grupos,
comunidades y parroquias la paz, la alegría y la seguridad que da el saberlo
vivo, acompañándonos de cerca en estos tiempos nada fáciles para la fe.
El relato de
Lucas es muy realista. La presencia de Jesús no transforma de manera mágica a
los discípulos. Algunos se asustan y «creen que están viendo un fantasma». En
el interior de otros «surgen dudas» de todo tipo. Hay quienes «no lo acaban de
creer por la alegría». Otros siguen «atónitos».
Así sucede
también hoy. La fe en Cristo resucitado no nace de manera automática y segura
en nosotros. Se va despertando en nuestro corazón de forma frágil y humilde. Al
comienzo, es casi solo un deseo. De ordinario, crece rodeada de dudas e
interrogantes: ¿será posible que sea verdad algo tan grande?
Según el
relato, Jesús se queda, come entre ellos, y se dedica a «abrirles el
entendimiento» para que puedan comprender lo que ha sucedido. Quiere que se
conviertan en «testigos», que puedan hablar desde su experiencia, y predicar no
de cualquier manera, sino «en su nombre».
Creer en el
Resucitado no es cuestión de un día. Es un proceso que, a veces, puede durar
años. Lo importante es nuestra actitud interior. Confiar siempre en Jesús.
Hacerle mucho más sitio en cada uno de nosotros y en nuestras comunidades
cristianas.
José Antonio Pagola
RESTAURACION DE LA IMAGEN DE LA VIRGEN
Cómo veréis se ha restaurado la imagen de la Virgen, (la
Inmaculada Concepción) la pobre imagen llevaba un deterioro por las inclemencias
del paso del tiempo. Después de consultar a varios restauradores por fin
pusimos manos a la obra.
Es de agradecer a nuestro párroco D. Jaume Estela el interés
con que se preocupo por el tema, pero ya
que el P. Vicente de Sanjenaro restauro
la imagen de la Virgen dormida, fue él mismo quien a través de sus amistades se
ha preocupado en dicha restauración quedando una talla preciosa y de una belleza
singular.
Una vez que los fieles puedan contemplarla en una de las
capillas de la parroquia, volverá a su emplace para su veneración pública en la capillita de la plaza
de la Iglesia.
Rafel Verger
La Misericordia de Dios
La Divina Misericordia
La Divina Misericordia es una devoción cristiana
enfocada en la misericordia de Dios y su poder,
particularmente como una acción de confianza en que la misericordia de Dios y
su pasión es el precio ya pagado por nuestros pecados, y que si confiamos en
Jesús nuestros pecados nos serán perdonados; Jesús no será nuestro juez sino
nuestro Salvador misericordioso.
Más que una mera devoción es un género de la vida cristiana. Se expresa
mediante actos interiores (actitudes del alma respecto a la Misericordia del
Salvador y de la confianza en Dios) como exteriores: la veneración de la
imagen, la hora de la misericordia, el rezo de determinadas oraciones (la
llamada Coronilla), la fiesta de la
Divina Misericordia y los actos de misericordia con el prójimo.
La devoción
como hoy es conocida fue esparcida por medio del diario de la monja polaca santa Faustina Kowalska, conocida como "Apóstol de la
Misericordia", donde narra las conversaciones místicas que tuvo con Jesucristo, puestas en forma de diario a
petición de su confesor, el beato Michał
Sopoćko, y de
Jesucristo mismo. La devoción se propagó después de los desplazamientos de
polacos por la Segunda
guerra mundial.
Después de
un período de cuestionamiento oficial, esta devoción recibió un gran impulso
durante el pontificado de Juan Pablo II, quien proclamó la fiesta de la
Divina Misericordia, a celebrarse todos los años el segundo domingo de Pascua, el
30 de abril del 2000, al canonizar a santa Faustina.
Esta
devoción considera que la principal prerrogativa de Jesús es la misericordia y
que es la última tabla de salvación. Se accede a la misericordia por la
confianza. Esta devoción está integrada por el mensaje de la divina
misericordia, la coronilla de la Divina Misericordia, la imagen de la Divina Misericordia, la Fiesta y hora de la
misericordia (las 15 h.).
En su
diario, santa Faustina escribió que Jesús le dijo:
- Toda alma que cree y tiene
confianza en mi misericordia, la obtendrá.
- La última tabla de salvación es
recurrir a mi misericordia.
- Yo soy el amor mismo y la misma
misericordia.
- Las almas que veneran mi
misericordia resplandecerán con un resplandor especial en la vida futura.
Ninguna de ellas irá al fuego del infierno. Defenderé de modo especial a
cada una en la hora de la muerte.
- A las almas que propagan la
devoción a mi misericordia, las protejo durante toda su vida como una
madre cariñosa a su hijo recién nacido y a la hora de la muerte no seré
para ellos Juez, sino Salvador misericordioso.
- Que no tema acercarse a mí el
alma débil, pecadora, y aunque tuviera más pecados que granos de arena hay
en la tierra, todo desaparecerá en el abismo de mi misericordia.
- No puedo castigar aun al
pecador más grande si él suplica mi compasión, sino que lo justifico en mi
insondable e impenetrable misericordia.
- Quien no quiere pasar por la
puerta de mi misericordia, tiene que pasar por la puerta de mi justicia.
·
La Fiesta de la Divina Misericordia es el domingo siguiente a la Pascua de
Resurrección. Jesús
prometió a santa
Faustina su misericordia: el perdón total de los pecados y penas a quien ese día comulgue. Esto significa que la persona habrá andado cielo inmediatamente
después de la muerte (sin purgatorio o infierno). Esta fiesta ha sido declarada
oficial en la liturgia por la Iglesia en el año 2000.
·
Santa Faustina Kowalska escribió en su diario, en relación
a la fiesta, las siguientes palabras que ella experimentó en su interior que Jesús le decía:
·
Deseo que la
Fiesta de la Misericordia sea la salvación y el refugio de todas las almas,
especialmente de los pobres pecadores. En ese día se abrirán las puertas de mi misericordia.
Derramaré todo el océano de mis gracias sobre las almas que se acerquen a la
fuente de mi misericordia. El alma que aquel día se confiese y comulgue
obtendrá la remisión completa de las culpas y los castigos. En ese día están
abiertas todas las compuertas divinas a través de las cuales fluyen las
gracias. Que nadie tema acercarse a mí, aunque sus culpas fueran las más
atroces. [...] Esta fiesta, nacida de lo íntimo de mi misericordia, queda
confirmada en sus profundidades. [...] Hija Mía, di que esta Fiesta ha brotado
de las entrañas de Mi misericordia para el consuelo del mundo entero.
·
Diario 699, 420,
1517
2 Pascua – B
12 de abril de 2015
Juan 20,19-31
El relato de Juan no puede ser más
sugerente e interpelador. Solo cuando ven a Jesús resucitado en medio de ellos,
el grupo de discípulos se transforma. Recuperan la paz, desaparecen sus miedos,
se llenan de una alegría desconocida, notan el aliento de Jesús sobre ellos y
abren las puertas porque se sienten enviados a vivir la misma misión que él
había recibido del Padre.
La crisis actual de la Iglesia, sus
miedos y su falta de vigor espiritual tienen su origen a un nivel profundo. Con
frecuencia, la idea de la resurrección de Jesús y de su presencia en medio de
nosotros es más una doctrina pensada y predicada, que una experiencia vivida.
Cristo resucitado está en el centro de
la Iglesia, pero su presencia viva no está arraigada en nosotros, no está
incorporada a la sustancia de nuestras comunidades, no nutre de ordinario
nuestros proyectos. Tras veinte siglos de cristianismo, Jesús no es conocido ni
comprendido en su originalidad. No es amado ni seguido como lo fue por sus
discípulos y discípulas.
Se nota enseguida cuando un grupo o una
comunidad cristiana se siente como habitada por esa presencia invisible, pero
real y activa de Cristo resucitado. No se contentan con seguir rutinariamente
las directrices que regulan la vida eclesial. Poseen una sensibilidad especial
para escuchar, buscar, recordar y aplicar el Evangelio de Jesús. Son los
espacios más sanos y vivos de la Iglesia.
Nada ni nadie nos puede aportar hoy la
fuerza, la alegría y la creatividad que necesitamos para enfrentarnos a una
crisis sin precedentes, como puede hacerlo la presencia viva de Cristo
resucitado. Privados de su vigor espiritual, no saldremos de nuestra pasividad
casi innata, continuaremos con las puertas cerradas al mundo moderno,
seguiremos haciendo «lo mandado», sin alegría ni convicción. ¿Dónde
encontraremos la fuerza que necesitamos para recrear y reformar la Iglesia?
Hemos de reaccionar. Necesitamos de
Jesús más que nunca. Necesitamos vivir de su presencia viva, recordar en toda
ocasión sus criterios y su Espíritu, repensar constantemente su vida, dejarle
ser el inspirador de nuestra acción. Él nos puede transmitir más luz y más
fuerza que nadie. Él está en medio de nosotros comunicándonos su paz, su
alegría y su Espíritu.
José Antonio Pagola
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