NUESTRA GRAN TENTACIÓN
9 de marzo de 2014 - 1 Domingo de Cuaresma (A)
Mateo 4, 1-11
La escena de “las tentaciones de Jesús” es
un relato que no hemos de interpretar ligeramente. Las tentaciones que
se nos describen no son propiamente de orden moral. El relato nos está
advirtiendo de que podemos arruinar nuestra vida, si nos desviamos del
camino que sigue Jesús.
La primera tentación es de importancia decisiva, pues puede pervertir y
corromper nuestra vida de raíz. Aparentemente, a Jesús se le ofrece
algo bien inocente y bueno: poner a Dios al servicio de su hambre. “Si eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes”.
Sin
embargo, Jesús reacciona de manera rápida y sorprendente: “No solo de
pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de boca de Dios”. No
hará de su propio pan un absoluto. No pondrá a Dios al servicio de su propio interés, olvidando el proyecto del Padre. Siempre buscará primero el reino de Dios y su justicia. En todo momento escuchará su Palabra.
Nuestra necesidades no quedan satisfechas solo con tener asegurado nuestro pan.
El ser humano necesita y anhela mucho más. Incluso, para rescatar del
hambre y la miseria a quienes no tienen pan, hemos de escuchar a Dios,
nuestro Padre, y despertar en nuestra conciencia el hambre de justicia,
la compasión y la solidaridad.
Nuestra gran tentación es hoy convertirlo todo en pan. Reducir cada vez más el horizonte de nuestra vida a la mera satisfacción de nuestros deseos;
hacer de la obsesión por un bienestar siempre mayor o del consumismo
indiscriminado y sin límites el ideal casi único de nuestras vidas.
Nos engañamos si pensamos que ese es el camino a seguir hacia el progreso y la liberación.
¿No estamos viendo que una sociedad que arrastra a las personas hacia
el consumismo sin límites y hacia la autosatisfacción, no hace sino
generar vacío y sinsentido en las personas, y egoísmo, insolidaridad e
irresponsabilidad en la convivencia?
¿Por qué nos estremecemos de que vaya aumentando de manera trágica el
número de personas que se suicidan cada día? ¿Por qué seguimos
encerrados en nuestro falso bienestar, levantando barreras cada vez más
inhumanas para que los hambrientos no entren en nuestros países, no
lleguen hasta nuestras residencias ni llamen a nuestra puerta?
La llamada de Jesús nos puede ayudar a tomar más conciencia de que no sólo de bienestar vive el hombre. El ser humano necesita también cultivar el espíritu, conocer el amor y la amistad, desarrollar la solidaridad con los que sufren, escuchar su conciencia con responsabilidad, abrirse al Misterio último de la vida con esperanza.
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