Y se
encaminaron a Cafarnaún. El sábado entró en la sinagoga e inmediatamente se
puso a enseñar. Estaban impresionados de su enseñanza, pues les enseñaba como
quien tiene autoridad, no como los letrados. Había en la sinagoga de ellos un
hombre poseído por un espíritu inmundo e inmediatamente empezó a gritar: ¿Qué
tienes tú contra nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién
eres tú, el Consagrado por Dios. Jesús le conminó: ¡Cállate la boca y sal de
él! El espíritu inmundo, retorciéndolo y dando un alarido, salió de él. Se
quedaron todos ellos tan desconcertados que se preguntaban unos a otros: ¿Qué
significa esto? ¡Un nuevo modo de enseñar, con autoridad, e incluso da órdenes
a los espíritus inmundos y le obedecen! Su fama se extendió inmediatamente por
todas partes, llegando a todo el territorio circundante de Galilea.
UN ENSEÑAR NUEVO
El episodio
es sorprendente y sobrecogedor. Todo ocurre en la «sinagoga», el lugar donde se
enseña oficialmente la Ley, tal como es interpretada por los maestros
autorizados. Sucede en «sábado», el día en que los judíos observantes se reúnen
para escuchar el comentario de sus dirigentes. Es en este marco donde Jesús
comienza por vez primera a «enseñar».
Nada se dice
del contenido de sus palabras. No es eso lo que aquí interesa, sino el impacto
que produce su intervención. Jesús provoca asombro y admiración. La gente capta
en él algo especial que no encuentra en sus maestros religiosos: Jesús «no
enseña como los escribas, sino con autoridad».
Los letrados
enseñan en nombre de la institución. Se atienen a las tradiciones. Citan una y
otra vez a maestros ilustres del pasado. Su autoridad proviene de su función de
interpretar oficialmente la Ley. La autoridad de Jesús es diferente. No viene
de la institución. No se basa en la tradición. Tiene otra fuente. Está lleno
del Espíritu vivificador de Dios.
Lo van a
poder comprobar enseguida. De forma inesperada, un poseído interrumpe a gritos
su enseñanza. No la puede soportar. Está aterrorizado: «¿Has venido a acabar
con nosotros?» Aquel hombre se sentía bien al escuchar la enseñanza de los
escribas. ¿Por qué se siente ahora amenazado.
Jesús no
viene a destruir a nadie. Precisamente su «autoridad» está en dar vida a las
personas. Su enseñanza humaniza y libera de esclavitudes. Sus palabras invitan
a confiar en Dios. Su mensaje es la mejor noticia que puede escuchar aquel
hombre atormentado interiormente. Cuando Jesús lo cura, la gente exclama: «este
enseñar con autoridad es nuevo».
Los sondeos
indican que la palabra de la Iglesia está perdiendo autoridad y credibilidad.
No basta hablar de manera autoritaria para anunciar la Buena Noticia de Dios.
No es suficiente transmitir correctamente la tradición para abrir los corazones
a la alegría de la fe. Lo que necesitamos urgentemente es un enseñar nuevo.
No somos
«escribas», sino discípulos de Jesús. Hemos de comunicar su mensaje, no
nuestras tradiciones. Hemos de enseñar curando la vida, no adoctrinando las
mentes. Hemos de anunciar su Espíritu, no nuestras teologías.
José Antonio Pagola
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