Domingo 23 del tiempo Ordinario ciclo B
CURAR LA SORDERA
Dejó Jesús la
comarca de Tiro, pasó por Sidón y llegó de nuevo al mar de Galilea por mitad
del territorio de la Decápolis. Le llevaron un sordo tartamudo y le suplicaron
que le aplicase la mano. Lo tomó aparte, separándolo de la multitud, le metió
los dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. Levantando la mirada
al cielo dio un suspiro y le dijo: - Effatá (esto es: "Ábrete del
todo"). Inmediatamente se le abrió el oído, se le soltó la traba de la
lengua y hablaba correctamente. Les advirtió que no lo dijeran a nadie, pero,
cuanto más se lo advertía, más y más lo pregonaban ellos. Extraordinariamente
impresionados, decían: - ¡Qué bien lo hace todo! Hace oír a los sordos y hablar
a los mudos.
CURAR NUESTRA SORDERA
Los profetas
de Israel usaban con frecuencia la «sordera» como una metáfora provocativa para
hablar de la cerrazón y la resistencia del pueblo a su Dios. Israel «tiene
oídos pero no oye» lo que Dios le está diciendo. Por eso, un profeta llama a
todos a la conversión con estas palabras: «Sordos, escuchad y oíd».
En este
marco, las curaciones de sordos, narradas por los evangelistas, pueden ser
leídas como «relatos de conversión» que nos invitan a dejarnos curar por Jesús
de sorderas y resistencias que nos impiden escuchar su llamada al seguimiento.
En concreto, Marcos ofrece en su relato matices muy sugerentes para trabajar
esta conversión en las comunidades cristianas.
· El sordo
vive ajeno a todos. No parece ser consciente de su estado. No hace nada por
acercarse a quien lo puede curar. Por suerte para él, unos amigos se interesan
por él y lo llevan hasta Jesús. Así ha de ser la comunidad cristiana: un grupo
de hermanos y hermanas que se ayudan mutuamente para vivir en torno a Jesús
dejándose curar por él.
· La
curación de la sordera no es fácil. Jesús toma consigo al enfermo, se retira a
un lado y se concentra en él. Es necesario el recogimiento y la relación
personal. Necesitamos en nuestros grupos cristianos un clima que permita un
contacto más íntimo y vital de los creyentes con Jesús. La fe en Jesucristo
nace y crece en esa relación con él.
· Jesús
trabaja intensamente los oídos y la lengua del enfermo, pero no basta. Es
necesario que el sordo colabore. Por eso, Jesús, después de levantar los ojos
al cielo, buscando que el Padre se asocie a su trabajo curador, le grita al
enfermo la primera palabra que ha de escuchar quien vive sordo a Jesús y a su
Evangelio: «Ábrete».
Es urgente
que los cristianos escuchemos también hoy esta llamada de Jesús. No son
momentos fáciles para su Iglesia. Se nos pide actuar con lucidez y
responsabilidad. Sería funesto vivir hoy sordos a su llamada, desoír sus
palabras de vida, no escuchar su Buena Noticia, no captar los signos de los
tiempos, vivir encerrados en nuestra sordera. La fuerza sanadora de Jesús nos
puede curar.
José Antonio Pagola
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