Camí de Sa Vileta, 183 CP-07011, Palma de Mallorca 971 793 426 -- parroquialavileta@gmail.com
Translate
Vivir el Domingo, 26º del Tiempo ordinario, ciclo B
En aquel
tiempo, Juan dijo a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios
en tu nombre y se lo hemos prohibido, porque no es de nuestro grupo.»
Jesús
replicó: «No se lo prohibáis, porque nadie que haga un milagro en mi nombre
puede luego hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros está a favor
nuestro. Os aseguro que el que os dé a beber un vaso de agua porque sois del
Mesías no quedará sin recompensa. Al que sea ocasión de pecado para uno de
estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgaran del cuello una
piedra de molino y lo echaran al mar. Y si tu mano es ocasión de pecado para
ti, córtatela. Más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al
fuego eterno que no se extingue. Y si tu pie es ocasión de pecado para ti,
córtatelo. Más te vale entrar cojo en la vida, que ser arrojado con los dos
pies al fuego eterno. Y si tu ojo es ocasión de pecado para ti, sácatelo. Más
te vale entrar tuerto en el reino de Dios que ser arrojado con los dos ojos al
fuego eterno, donde el gusano que roe no muere y el fuego no se extingue.»
SON AMIGOS, NO ADVERSARIOS
A pesar de los esfuerzos de Jesús por enseñarles a vivir como él, al servicio del
reino de Dios, haciendo la vida de las personas más humana, más digna y
dichosa, los discípulos no terminan de entender el Espíritu que lo anima, su
amor grande a los más necesitados y la orientación profunda de su vida.
El relato de Marcos es muy iluminador. Los discípulos informan a Jesús de un
hecho que les ha molestado mucho. Han visto a un desconocido «expulsando
demonios». Está actuando «en nombre de Jesús» y en su misma línea: se dedica a
liberar a las personas del mal que les impide vivir de manera humana y en paz.
Sin embargo, a los discípulos no les gusta su trabajo liberador. No piensan en
la alegría de los que son curados por aquel hombre. Su actuación les parece una
intrusión que hay que cortar.
Le exponen a Jesús su reacción: «Se lo hemos querido impedir porque no es de
los nuestros». Aquel extraño no debe seguir curando porque no es miembro del
grupo. No les preocupa la salud de la gente, sino su prestigio de grupo.
Pretenden monopolizar la acción salvadora de Jesús: nadie debe curar en su
nombre si no se adhiere al grupo.
Jesús reprueba la actitud de sus discípulos y se coloca en una lógica
radicalmente diferente. Él ve las cosas de otra manera. Lo primero y más
importante no es el crecimiento de aquel pequeño grupo, sino que la salvación
de Dios llegue a todo ser humano, incluso por medio de personas que no
pertenecen al grupo: «el que no está contra nosotros, está a favor nuestro». El
que hace presente en el mundo la fuerza curadora y liberadora de Jesús está a
favor de su grupo.
Jesús rechaza la postura sectaria y excluyente de sus discípulos que solo
piensan en su prestigio y crecimiento, y adopta una actitud abierta e inclusiva
donde lo primero es liberar al ser humano de aquello que lo destruye y hace
desdichado. Éste es el Espíritu que ha de animar siempre a sus verdaderos
seguidores.
Fuera de la Iglesia católica, hay en el mundo un número incontable de hombres y
mujeres que hacen el bien y viven trabajando por una humanidad más digna, más
justa y más liberada. En ellos está vivo el Espíritu de Jesús. Hemos de
sentirlos como amigos y aliados, nunca como adversarios. No están contra
nosotros pues están a favor del ser humano, como estaba Jesús.
José Antonio Pagola
El
Papa Francisco volvió a proponer uno de los temas portantes de su
pontificado ante los obispos y los líderes católicos
estadounidenses, en su homilía con motivo de la canonización del
gran evangelizador del país, el español Fray Junípero Serra, en
el santuario de la Inmaculada Concepción de Washington.
El
mundo ha cambiado, la sociedad ya no reconoce sus valores cristianos
y vive de espaldas a ellos. Pero no es el momento de “mirar con
añoranza el pasado”, como había dicho en la mañana en su
encuentro con los obispos del país, sino de salir al encuentro del
hombre, sin juzgarlo, acogiéndole como lo encuentra, y llevándole
una palabra de esperanza.
“Somos
hijos de la audacia misionera de tantos que prefirieron no encerrarse
“en las estructuras que nos dan una falsa contención… en las
costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una
multitud hambrienta”, subrayó el Papa.
En
pocas palabras, no se puede evangelizar sin salir de “las
sacristías”. “El santo Pueblo fiel de Dios, no le teme al error;
le teme al encierro, a la cristalización en elites, al aferrarse a
las propias seguridades”.
Jesús,
insistió el Papa, “no da una lista selectiva de quién sí y quién
no, de quiénes son dignos o no de recibir su mensaje, su presencia.
Por el contrario, abrazó siempre la vida como ésta se le
presentaba”, aunque muchas veces lo fuera “derrotada, sucia,
destruida”.
Se
trata de abrazar “a toda esa vida como está y no como nos gustaría
que fuese”, de “anunciar sin miedo, sin prejuicios, sin
superioridad, sin purismos a todo aquel que ha perdido la alegría de
vivir”.
“Vayan
a aquellos que viven con el peso del dolor, del fracaso, del sentir
una vida truncada y anuncien la locura de un Padre que busca ungirlos
con el óleo de la esperanza, de la salvación. Vayan a anunciar que
el error, las ilusiones engañosas, las equivocaciones, no tienen la
última palabra en la vida de una persona. Vayan con el óleo que
calma las heridas y restaura el corazón”.
La
nueva evangelización que la Iglesia necesita, concluyó el Papa, “no
nace nunca de un proyecto perfectamente elaborado o de un manual muy
bien estructurado y planificado”, sino “de una vida que se sintió
buscada y sanada, encontrada y perdonada”.
Marcos 9,30-37:
En aquel
tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron
Galilea; no quería que nadie se entera se, porque iba instruyendo a sus
discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los
hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará.» Pero
no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle. Llegaron a Cafarnaún, y,
una vez en casa, les preguntó: «¿De qué discutíais por el camino?» Ellos no
contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante.
Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Quien quiera ser el primero, que
sea el último de todos y el servidor de todos.» Y, acercando a un niño, lo puso
en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que acoge a un niño como éste en
mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que
me ha enviado.»
DOS ACTITUDES MUY DE JESÚS
El grupo de Jesús atraviesa Galilea camino de Jerusalén. Lo hacen de manera
reservada, sin que nadie se entere. Jesús quiere dedicarse enteramente a
instruir a sus discípulos. Es muy importante lo que quiere grabar en sus
corazones: su camino no es un camino de gloria, éxito y poder. Es lo contrario:
conduce a la crucifixión y al rechazo, aunque terminará en resurrección.
A los discípulos no les entra en la cabeza lo que les dice Jesús. Les da miedo
hasta preguntarle. No quieren pensar en la crucifixión. No entra en sus planes
ni expectativas. Mientras Jesús les habla de entrega y de cruz, ellos hablan de
sus ambiciones: ¿quién será el más importante en el grupo? ¿quién ocupará el
puesto más elevado? ¿quién recibirá más honores?
Jesús «se sienta». Quiere enseñarles algo que nunca han de olvidar. Llama a los
Doce, los que están más estrechamente asociados a su misión y los invita a que
se acerquen, pues los ve muy distanciados de él. Para seguir sus pasos y
parecerse a él han de aprender dos actitudes fundamentales.
Primera actitud: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y
servidor de todos». El discípulo de Jesús ha de renunciar a ambiciones, rangos,
honores y vanidades. En su grupo nadie ha de pretender estar sobre los demás.
Al contrario, ha de ocupar el último lugar, ponerse al nivel de quienes no
tienen poder ni ostentan rango alguno. Y, desde ahí, ser como Jesús: «servidor
de todos»
La segunda actitud es tan importante que Jesús la ilustra con un gesto
simbólico entrañable. Pone a un niño en medio de los Doce, en el centro del
grupo, para que aquellos hombres ambiciosos se olviden de honores y grandezas,
y pongan sus ojos en los pequeños, los débiles, los más necesitados de defensa
y cuidado.
Luego, lo abraza y les dice: «El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me
acoge a mí». Quien acoge a un "pequeño" está acogiendo al más
"grande", a Jesús. Y quien acoge a Jesús está acogiendo al Padre que
lo ha enviado. Un Iglesia que acoge a los pequeños e indefensos está enseñando
a acoger a Dios. Una Iglesia que mira hacia los grandes y se asocia con los
poderosos de la tierra está pervirtiendo la Buena Noticia de Dios anunciada por
Jesús.
José Antonio Pagola
Domingo 23 del tiempo Ordinario ciclo B
CURAR LA SORDERA
Dejó Jesús la
comarca de Tiro, pasó por Sidón y llegó de nuevo al mar de Galilea por mitad
del territorio de la Decápolis. Le llevaron un sordo tartamudo y le suplicaron
que le aplicase la mano. Lo tomó aparte, separándolo de la multitud, le metió
los dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. Levantando la mirada
al cielo dio un suspiro y le dijo: - Effatá (esto es: "Ábrete del
todo"). Inmediatamente se le abrió el oído, se le soltó la traba de la
lengua y hablaba correctamente. Les advirtió que no lo dijeran a nadie, pero,
cuanto más se lo advertía, más y más lo pregonaban ellos. Extraordinariamente
impresionados, decían: - ¡Qué bien lo hace todo! Hace oír a los sordos y hablar
a los mudos.
CURAR NUESTRA SORDERA
Los profetas
de Israel usaban con frecuencia la «sordera» como una metáfora provocativa para
hablar de la cerrazón y la resistencia del pueblo a su Dios. Israel «tiene
oídos pero no oye» lo que Dios le está diciendo. Por eso, un profeta llama a
todos a la conversión con estas palabras: «Sordos, escuchad y oíd».
En este
marco, las curaciones de sordos, narradas por los evangelistas, pueden ser
leídas como «relatos de conversión» que nos invitan a dejarnos curar por Jesús
de sorderas y resistencias que nos impiden escuchar su llamada al seguimiento.
En concreto, Marcos ofrece en su relato matices muy sugerentes para trabajar
esta conversión en las comunidades cristianas.
· El sordo
vive ajeno a todos. No parece ser consciente de su estado. No hace nada por
acercarse a quien lo puede curar. Por suerte para él, unos amigos se interesan
por él y lo llevan hasta Jesús. Así ha de ser la comunidad cristiana: un grupo
de hermanos y hermanas que se ayudan mutuamente para vivir en torno a Jesús
dejándose curar por él.
· La
curación de la sordera no es fácil. Jesús toma consigo al enfermo, se retira a
un lado y se concentra en él. Es necesario el recogimiento y la relación
personal. Necesitamos en nuestros grupos cristianos un clima que permita un
contacto más íntimo y vital de los creyentes con Jesús. La fe en Jesucristo
nace y crece en esa relación con él.
· Jesús
trabaja intensamente los oídos y la lengua del enfermo, pero no basta. Es
necesario que el sordo colabore. Por eso, Jesús, después de levantar los ojos
al cielo, buscando que el Padre se asocie a su trabajo curador, le grita al
enfermo la primera palabra que ha de escuchar quien vive sordo a Jesús y a su
Evangelio: «Ábrete».
Es urgente
que los cristianos escuchemos también hoy esta llamada de Jesús. No son
momentos fáciles para su Iglesia. Se nos pide actuar con lucidez y
responsabilidad. Sería funesto vivir hoy sordos a su llamada, desoír sus
palabras de vida, no escuchar su Buena Noticia, no captar los signos de los
tiempos, vivir encerrados en nuestra sordera. La fuerza sanadora de Jesús nos
puede curar.
José Antonio Pagola
Suscribirse a:
Entradas (Atom)