Camí de Sa Vileta, 183 CP-07011, Palma de Mallorca 971 793 426 -- parroquialavileta@gmail.com
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Muchos
discípulos suyos dijeron al oírlo: - Este modo de hablar es
insoportable; ¿quién puede hacerle caso? Consciente Jesús de que
lo criticaban sus discípulos, les dijo: - ¿Esto os escandaliza?, ¿y
si vierais subir al Hijo del hombre donde estaba antes? Es el
Espíritu quien da vida, la carne no es de ningún provecho; las
exigencias que os he estado exponiendo son espíritu y son vida. Pero
hay entre vosotros quienes no creen. (Es que Jesús sabía ya desde
el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que lo
iba a entregar). Y añadió: - Por eso os he venido diciendo que
nadie puede llegar hasta mí si el Padre no se lo concede. Desde
entonces, muchos de sus discípulos se echaron atrás y ya no andaban
con él. Preguntó entonces Jesús a los Doce: - ¿Es que también
vosotros queréis marcharos? Le contestó Simón Pedro: - Señor,
¿con quién nos vamos a ir? Tus exigencias comunican vida
definitiva, y nosotros creemos firmemente y sabemos muy bien que tú
eres el Consagrado por Dios.
¿POR
QUÉ NOS QUEDAMOS?
Durante
estos años se han multiplicado los análisis y estudios sobre la
crisis de las Iglesias cristianas en la sociedad moderna. Esta
lectura es necesaria para conocer mejor algunos datos, pero resulta
insuficiente para discernir cuál ha de ser nuestra reacción. El
episodio narrado por Juan nos puede ayudar a interpretar y vivir la
crisis con hondura más evangélica.
Según
el evangelista, Jesús resume así la crisis que se está creando en
su grupo: «Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y, con
todo, algunos de vosotros no creen». Es cierto. Jesús introduce en
quienes le siguen un espíritu nuevo; sus palabras comunican vida; el
programa que propone puede generar un movimiento capaz de orientar el
mundo hacia una vida más digna y plena.
Pero,
no por el hecho de estar en su grupo, está garantizada la fe. Hay
quienes se resisten a aceptar su espíritu y su vida. Su presencia en
el entorno de Jesús es ficticia; su fe en él no es real. La
verdadera crisis en el interior del cristianismo siempre es esta:
¿creemos o no creemos en Jesús?
El
narrador dice que «muchos se echaron atrás y no volvieron a ir con
él». En la crisis se revela quiénes son los verdaderos seguidores
de Jesús. La opción decisiva siempre es esa: ¿Quiénes se echan
atrás y quiénes permanecen con él, identificados con su espíritu
y su vida? ¿Quién está a favor y quién está en contra de su
proyecto?
El
grupo comienza a disminuir. Jesús no se irrita, no pronuncia ningún
juicio contra nadie. Solo hace una pregunta a los que se han quedado
junto a él: «¿También vosotros queréis marcharos?». Es la
pregunta que se nos hace hoy a quienes seguimos en la Iglesia: ¿Qué
queremos nosotros? ¿Por qué nos hemos quedado? ¿Es para seguir a
Jesús, acogiendo su espíritu y viviendo a su estilo? ¿Es para
trabajar en su proyecto?
La
respuesta de Pedro es ejemplar: «Señor, ¿a quién vamos a acudir?
Tú tienes palabras de vida eterna». Los que se quedan, lo han de
hacer por Jesús. Solo por Jesús. Por nada más. Se comprometen con
él. El único motivo para permanecer en su grupo es él. Nadie más.
Por
muy dolorosa que nos parezca, la crisis actual será positiva si los
que nos quedamos en la Iglesia, muchos o pocos, nos vamos
convirtiendo en discípulos de Jesús, es decir, en hombres y mujeres
que vivimos de sus palabras de vida.
José
Antonio Pagola
Llit de
la Mare de Déu d'Agost
Parròquia
la Vileta
El Llit de la Mare de Déu d'Agost és una tradició mallorquina
relacionada amb la festa de l'Assumpció que consisteix a instal·lar a la Seu i a altres parròquies de l'illa el túmul que
representa el cos de Maria just abans de pujar al Cel. L'escena se sol representar sobre un cadafal on
reposa la figura jacent de la Mare
de Déu generalment ornada amb espelmes, pal·li, àngels custodis, alfàbregues,
bellveures
al voltant.
L'origen es troba en les processons de carrer del segle XV que es portaven a terme pels voltants de la catedral, costum que després s'estengué (com el model de figura jacent) per la resta de les esglésies de l'illa. Una consueta de 1511 relata la presència de capellans o seglars vestits a la manera dels apòstols. L'arribada del Barroc suposà l'aparició dels models decoratius dels llits de la Mare de Déu que perduren fins a l'actualitat.
L'origen es troba en les processons de carrer del segle XV que es portaven a terme pels voltants de la catedral, costum que després s'estengué (com el model de figura jacent) per la resta de les esglésies de l'illa. Una consueta de 1511 relata la presència de capellans o seglars vestits a la manera dels apòstols. L'arribada del Barroc suposà l'aparició dels models decoratius dels llits de la Mare de Déu que perduren fins a l'actualitat.
La Asunción de María
¿Qué es el Dogma de la Asunción?
El dogma de la Asunción se refiere a que la Madre de Dios,
luego de su vida terrena fue elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial.
Este Dogma fue proclamado por el Papa Pío XII, el 1º de
noviembre de 1950, en la Constitución Munificentisimus Deus:
"Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces y
de invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios omnipotente,
que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia; para honor de su Hijo,
Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; para aumentar
la gloria de la misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia,
con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles
Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma
divinamente revelado que La Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María,
terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria
del cielo".
Ahora bien, ¿por qué es importante que los católicos
recordemos y profundicemos en el Dogma de la Asunción de la Santísima Virgen
María al Cielo? El Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica responde a este
interrogante:
"La Asunción de la Santísima Virgen constituye una
participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la
resurrección de los demás cristianos" (#966).
La importancia de la Asunción para nosotros, hombres y
mujeres de comienzos del Tercer Milenio de la Era Cristiana, radica en la
relación que hay entre la Resurrección de Cristo y la nuestra. La presencia de
María, mujer de nuestra raza, ser humano como nosotros, quien se halla en
cuerpo y alma ya glorificada en el Cielo, es eso: una anticipación de nuestra
propia resurrección.
Más aún, la Asunción de María en cuerpo y alma al cielo es
un Dogma de nuestra fe católica, expresamente definido por el Papa Pío XII
hablando "ex-cathedra". Y ... ¿qué es un Dogma? Puesto en los términos
más sencillos, Dogma es una verdad de Fe, revelada por Dios (en la Sagrada
Escritura o contenida en la Tradición), y que además es propuesta por la
Iglesia como realmente revelada por Dios.
En este caso se dice que el Papa habla
"ex-cathedra", es decir, que habla y determina algo en virtud de la
autoridad suprema que tiene como Vicario de Cristo y Cabeza Visible de la
Iglesia, Maestro Supremo de la Fe, con intención de proponer un asunto como
creencia obligatoria de los fieles Católicos.
El Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica (#966) nos lo
explica así, citando a Lumen Gentium 59, que a la vez cita la Bula de la
Proclamación del Dogma: "Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada
libre de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la
tierra, fue llevada a la gloria del Cielo y elevada al Trono del Señor como
Reina del Universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los
señores y vencedor del pecado y de la muerte".
Y el Papa Juan Pablo II, en una de sus Catequesis sobre la
Asunción, explica esto mismo en los siguientes términos:
"El dogma de la Asunción afirma que el cuerpo de María
fue glorificado después de su muerte. En efecto, mientras para los demás
hombres la resurrección de los cuerpos tendrá lugar al fin del mundo, para
María la glorificación de su cuerpo se anticipó por singular privilegio"
(JP II, 2-julio-97).
"Contemplando el misterio de la Asunción de la Virgen,
es posible comprender el plan de la Providencia Divina con respecto a la
humanidad: después de Cristo, Verbo encarnado, María es la primera criatura
humana que realiza el ideal escatológico, anticipando la plenitud de la
felicidad, prometida a los elegidos mediante la resurrección de los
cuerpos" (JP II , Audiencia General del 9-julio-97).
Continúa el Papa: "María Santísima nos muestra el
destino final de quienes `oyen la Palabra de Dios y la cumplen' (Lc. 11, 28).
Nos estimula a elevar nuestra mirada a las alturas, donde se encuentra Cristo,
sentado a la derecha del Padre, y donde está también la humilde esclava de
Nazaret, ya en la gloria celestial" (JP II, 15-agosto-97)
Los hombres y mujeres de hoy vivimos pendientes del enigma
de la muerte. Aunque lo enfoquemos de diversas formas, según la cultura y las
creencias que tengamos, aunque lo evadamos en nuestro pensamiento, aunque
tratemos de prolongar por todos los medios a nuestro alcance nuestros días en
la tierra, todos tenemos una necesidad grande de esa esperanza cierta de
inmortalidad contenida en la promesa de Cristo sobre nuestra futura
resurrección.
Mucho bien haría a muchos cristianos oír y leer más sobre
este misterio de la Asunción de María, el cual nos atañe tan directamente. ¿Por
qué se ha logrado colar la creencia en el mito pagano de la re-encarnación
entre nosotros? Si pensamos bien, estas ideas extrañas a nuestra fe cristiana
se han ido metiendo en la medida que hemos dejado de pensar, de predicar y de
recordar los misterios, que como el de la Asunción, tienen que ver con la otra
vida, con la escatología, con las realidades últimas del ser humano.
El misterio de la Asunción de la Santísima Virgen María al
Cielo nos invita a hacer una pausa en la agitada vida que llevamos para
reflexionar sobre el sentido de nuestra vida aquí en la tierra, sobre nuestro
fin último: la Vida Eterna, junto con la Santísima Trinidad, la Santísima
Virgen María y los Angeles y Santos del Cielo. El saber que María ya está en el
Cielo gloriosa en cuerpo y alma, como se nos ha prometido a aquéllos que
hagamos la Voluntad de Dios, nos renueva la esperanza en nuestra futura
inmortalidad y felicidad perfecta para siempre.
En aquel tiempo, los judíos criticaban a Jesús porque había
dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo», y decían: «¿No es éste Jesús, el hijo
de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado
del cielo?»
Jesús tomó la palabra y les dijo: «No critiquéis. Nadie
puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré
el último día. Está escrito en los profetas: "Serán todos discípulos de
Dios."
Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a
mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése
ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan
de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es
el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de
este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del
mundo.»
Atracción por Jesús
El evangelista
Juan repite una y otra vez expresiones e imágenes de gran fuerza para grabar
bien en las comunidades cristianas que han de acercarse a Jesús para descubrir
en él una fuente de vida nueva. Un principio vital que no es comparable con
nada que hayan podido conocer con anterioridad.
Jesús es «pan bajado del cielo». No ha de ser confundido con
cualquier fuente de vida. En Jesucristo podemos alimentarnos de una fuerza, una
luz, una esperanza, un aliento vital... que vienen del misterio mismo de Dios,
el Creador de la vida. Jesús es «el pan de la vida».
Por eso, precisamente, no es posible encontrarse con él de
cualquier manera. Hemos de ir a lo más hondo de nosotros mismos, abrirnos a
Dios y «escuchar lo que nos dice el Padre». Nadie puede sentir verdadera
atracción por Jesús, «si no lo atrae el Padre que lo ha enviado».
Lo más atractivo de Jesús es su capacidad de dar vida. El
que cree en Jesucristo y sabe entrar en contacto con él, conoce una vida
diferente, de calidad nueva, una vida que, de alguna manera, pertenece ya al
mundo de Dios. Juan se atreve a decir que «el que coma de este pan, vivirá para
siempre».
Si, en nuestras comunidades cristianas, no nos alimentamos
del contacto con Jesús, seguiremos ignorando lo más esencial y decisivo del
cristianismo. Por eso, nada hay pastoralmente más urgente que cuidar bien
nuestra relación con Jesús el Cristo.
Si, en la Iglesia, no nos sentimos atraídos por ese Dios
encarnado en un hombre tan humano, cercano y cordial, nadie nos sacará del
estado de mediocridad en que vivimos sumidos de ordinario. Nadie nos estimulará
para ir más lejos que lo establecido por nuestras instituciones. Nadie nos
alentará para ir más adelante que lo que nos marcan nuestras tradiciones.
Si Jesús no nos alimenta con su Espíritu de creatividad,
seguiremos atrapados en el pasado, viviendo nuestra religión desde formas,
concepciones y sensibilidades nacidas y desarrolladas en otras épocas y para
otros tiempos que no son los nuestros. Pero, entonces, Jesús no podrá contar
con nuestra cooperación para engendrar y alimentar la fe en el corazón de los
hombres y mujeres de hoy.
José Antonio Pagola
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