CARTA PASTORAL DEL OBISPO DE MALLORCA
Estimados
hermanos en el Señor,
Es sabido
que estamos en un proceso de renovación eclesial para poder responder con los
recursos disponibles a la acción evangelizadora que es la tarea fundamental de
la Iglesia. Al respecto, es cierto que contamos con menos sacerdotes
disponibles para estar al frente de las parroquias, pero también hay que
constatar que el número de fieles que participan ordinariamente en las
celebraciones de la fe se ha reducido. Todos hablamos de un tiempo de crisis,
de necesidad de cambio. Y ante esto también se respira un cierto ambiente de
bajo tono vital, de cansancio. Pero la experiencia de la Iglesia, ya desde el
principio, es que los momentos de dificultad son también momentos de gracia,
nuevas oportunidades, con la condición de que nos dejemos conducir por el
Espíritu Santo, el agente principal de la evangelización: “Él es quien impulsa
a cada uno a anunciar el Evangelio y quien, en el trasfondo de las conciencias,
hace aceptar y comprender la Palabra de la salvación”
El Papa
Francisco nos invita a afrontar la nueva situación que vivimos, y a
reestructurar nuestras parroquias desde un punto de vista fundamental: hacer
posible que el Evangelio sea conocido, vivido y celebrado. Toda crisis siempre
tiene una dimensión positiva: nos abre a una nueva posibilidad, es una nueva
oportunidad. A principios de 2012, mi antecesor Mons. Jesús Murgui publicó unas
Orientaciones Pastorales que tienen plena actualidad y que yo también hago
mías.
Se trata del
documento Las Unidades de Pastoral y los Consejos Parroquiales, al servicio de
la comunión y la misión evangelizadora.
En este
documento se señalan aquellas orientaciones fundamentales que deben guiar esta
nueva manera de organizar la vida de las parroquias teniendo en cuenta la nueva
situación que vivimos, y en la que, junto con los sacerdotes, es necesario
contar de una manera más decisiva con la colaboración de los laicos,
religiosos, religiosas y los diáconos permanentes. Toda esta reflexión, que
vale la pena volver a releer, la tengo muy presente en esta hora que buscamos
una mayor interacción de las distintas iniciativas que configuran la vida
pastoral de nuestra Diócesis. Se trata de hacer realidad que nuestra Diócesis
sea casa y escuela de comunión en la vida y en la acción pastoral.
Desde esta
orientación fundamental de búsqueda de compartir y de trabajar cada vez más
unidos, no podemos olvidar el valor de la comunidad parroquial de cada pueblo,
que debe continuar existiendo como tal, y en la que se debe garantizar siempre
la celebración de la Eucaristía dominical. Ya que es en la Asamblea Eucarística
de cada domingo donde se hace visible la vida de la Iglesia y donde se nutre la
vida de todo cristiano. Esto supondrá una reorganización de horarios
y de número
de celebraciones, que se habrá establecer en cada caso.
A la luz de
todo ello, he nombrado un Rector para todas vuestras parroquias, acompañado de
tres vicarios parroquiales y un diácono permanente junto con los
grupos
laicales y religiosos/as que colaboran en las distintas tareas de cada parroquia.
La idea fundamental es dar mayor unidad al conjunto, y al mismo tiempo valorar
la realidad concreta de cada pueblo. Así, por ejemplo, cada parroquia prestará
especial atención a sus celebraciones tradicionales, los funerales, la atención
a los enfermos... Pero en algunos momentos del año litúrgico, especialmente la
Pascua, todos tendremos que hacer un esfuerzo para reunirnos en una celebración
conjunta en algunas de las parroquias
También en
el campo de la formación cristiana, sobre todo en el de la catequesis de la
infancia y de la familia, los jóvenes y la confirmación, o la formación de los
adultos y de los colaboradores pastorales, tendremos que ir caminando más
unidos.
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