APRENDER A PERDER
José Antonio Pagola
31 de agosto de 2014 - 22 Domingo tiempo ordinario(A)
31 de agosto de 2014 - 22 Domingo tiempo ordinario(A)
El
dicho está recogido en todos los evangelios y se repite hasta seis
veces: “Si uno quiere salvar su vida, la perderá, pero el que la pierde
por mí, la encontrará”. Jesús no está hablando de un tema religioso.
Está planteando a sus discípulos cuál es el verdadero valor de la vida.
El
dicho está expresado de manera paradójica y provocativa. Hay dos
maneras muy diferentes de orientar la vida: una conduce a la salvación,
la otra a la perdición. Jesús invita a todos a seguir el camino que
parece más duro y menos atractivo, pues conduce al ser humano a la
salvación definitiva.
El
primer camino consiste en aferrarse a la vida viviendo exclusivamente
para uno mismo: hacer del propio“yo” la razón última y el objetivo
supremo de la existencia. Este modo de vivir, buscando siempre la propia
ganancia o ventaja, conduce al ser humano a la perdición.
El
segundo camino consiste en saber perder, viviendo como Jesús, abiertos
al objetivo último del proyecto humanizador del Padre: saber renunciar a
la propia seguridad o ganancia, buscando no solo el propio bien sino
también el bien de los demás. Este modo generoso de vivir conduce al ser
humano a su salvación.
Jesús
está hablando desde su fe en un Dios Salvador, pero sus palabras son
una grave advertencia para todos. ¿Qué futuro le espera a una Humanidad
dividida y fragmentada, donde los poderes económicos buscan su propio
beneficio; los países, su propio bienestar; los individuos, su propio
interés?
La
lógica que dirige en estos momentos la marcha del mundo es irracional.
Los pueblos y los individuos estamos cayendo poco a poco en la
esclavitud del “tener siempre más”. Todo es poco para sentirnos
satisfechos. Para vivir bien, necesitamos siempre más productividad, más
consumo, más bienestar material, más poder sobre los demás.
Buscamos
insaciablemente bienestar, pero ¿no nos estamos deshumanizando siempre
un poco más? Queremos“progresar” cada vez más, pero, ¿qué progreso es
este que nos lleva a abandonar a millones de seres humano en la miseria,
el hambre y la desnutrición? ¿Cuántos años podremos disfrutar de
nuestro bienestar, cerrando nuestras fronteras a los hambrientos?
Si
los países privilegiados solo buscamos “salvar” nuestro nivel de
bienestar, si no queremos perder nuestro potencial económico, jamás
daremos pasos hacia una solidaridad a nivel mundial. Pero no nos
engañemos. El mundo será cada vez más inseguro y más inhabitable para
todos, también para nosotros. Para salvar la vida humana en el mundo,
hemos de aprender a perder
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