En el año quince del reinado del emperador
Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea,
y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de
Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios
sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.
Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: «Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios.»
Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: «Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios.»
Palabra de Dios.
EN EL MARCO DEL DESIERTO
Preparad
el camino al Señor.
Lucas, tiene interés en precisar con detalle los
nombres de los personajes que controlan en aquel momento las diferentes esferas
del poder político y religioso. Ellos son quienes lo planifican y dirigen todo.
Sin embargo, el acontecimiento decisivo de Jesucristo se prepara y acontece
fuera de su ámbito de influencia y poder, sin que ellos se enteren ni decidan
nada.
Así aparece siempre lo
esencial en el mundo y en nuestras vidas. Así penetra en la historia humana la
gracia y la salvación de Dios. Lo esencial no está en manos de los poderosos.
Lucas dice escuetamente que «la Palabra de Dios vino sobre Juan en el desierto»,
no en la Roma imperial ni en el recinto sagrado del Templo de Jerusalén.
En ninguna parte se
puede escuchar mejor que en el desierto la llamada de Dios a cambiar el mundo.
El desierto es el territorio de la verdad. El lugar donde se vive de lo esencial.
No hay sitio para lo superfluo. No se puede vivir acumulando cosas sin
necesidad. No es posible el lujo ni la ostentación. Lo decisivo es buscar el
camino acertado para orientar la vida.
Por eso, algunos
profetas añoraban tanto el desierto, símbolo de una vida más sencilla y mejor
enraizada en lo esencial, una vida todavía sin distorsionar por tantas
infidelidades a Dios y tantas injusticias con el pueblo. En este marco del
desierto, el Bautista anuncia el símbolo grandioso del «Bautismo», punto
de partida de conversión, purificación, perdón e inicio de vida nueva.
¿Cómo responder hoy a
esta llamada? El Bautista lo resume en una imagen tomada de Isaías: «Preparad
el camino del Señor». Nuestras vidas están sembradas de obstáculos y
resistencias que impiden o dificultan la llegada de Dios a nuestros corazones y
comunidades, a nuestra Iglesia y a nuestro mundo. Dios está siempre cerca.
Somos nosotros los que hemos de abrir caminos para acogerlo encarnado en Jesús.
Las imágenes de Isaías
invitan a compromisos muy básicos y fundamentales: cuidar mejor lo esencial sin
distraernos en lo secundario; rectificar lo que hemos ido deformando entre
todos; enderezar caminos torcidos; afrontar la verdad real de nuestras vidas
para recuperar un talante de conversión. Hemos de cuidar bien los bautizos de
nuestros niños, pero lo que necesitamos todos es un «bautismo de conversión»
.
José Antonio Pagola
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