En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando
de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que
llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni
dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de
repuesto. Y añadió: «Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de
aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el
polvo de los pies, para probar su culpa.» Ellos salieron a predicar la
conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los
curaban.
Para un examen colectivo
Jesús no envía a
sus discípulos de cualquier manera. Para colaborar en su proyecto del reino de
Dios y prolongar su misión es necesario cuidar un estilo de vida. Si no es así,
podrán hacer muchas cosas, pero no introducirán en el mundo su espíritu. Marcos
nos recuerda algunas recomendaciones de Jesús. Destacamos algunas.
En primer lugar,
¿quiénes son ellos para actuar en nombre de Jesús? ¿cuál es su autoridad? Según
Marcos, al enviarlos, Jesús «les da autoridad sobre los espíritus inmundos». No
les da poder sobre las personas que irán encontrando en su camino. Tampoco él
ha utilizado su poder para gobernar sino para curar.
Como siempre,
Jesús está pensando en un mundo más sano, liberado de las fuerzas malignas que
esclavizan y deshumanizan al ser humano. Sus discípulos introducirán entre las
gentes su fuerza sanadora. Se abrirán paso en la sociedad, no utilizando un
poder sobres las personas, sino humanizando la vida, aliviando el sufrimiento
de las gentes, haciendo crecer la libertad y la fraternidad.
Llevarán sólo
«bastón» y «sandalias». Jesús los imagina como caminantes. Nunca instalados.
Siempre de camino. No atados a nada ni a nadie. Sólo con lo imprescindible. Con
esa agilidad que tenía Jesús para hacerse presente allí donde alguien lo
necesitaba. El báculo de Jesús no es para mandar, sino para caminar.
No llevarán «ni
pan, ni alforja, ni dinero». No han de vivir obsesionados por su propia
seguridad. Llevan consigo algo más importante: el Espíritu de Jesús, su Palabra
y su Autoridad para humanizar la vida de las gentes. Curiosamente, Jesús no
está pensando en lo que han de llevar para ser eficaces, sino en lo que no han
de llevar. No sea que un día se olviden de los pobres y vivan encerrados en su
propio bienestar.
Tampoco llevarán
«túnica de repuesto». Vestirán con la sencillez de los pobres. No llevarán
vestiduras sagradas como los sacerdotes del Templo. Tampoco vestirán como el
Bautista en la soledad del desierto. Serán profetas en medio de la gente. Su
vida será signo de la cercanía de Dios a todos, sobre todo, a los más
necesitados.
¿Nos atreveremos
algún día a hacer en el seno de la Iglesia un examen colectivo para dejarnos
iluminar por Jesús y ver cómo nos hemos ido alejando sin darnos casi cuenta de
su espíritu?
José Antonio Pagola
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